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Indefensión aprendida

¿Tienes entre tus colaboradores alguno tan obediente y “bien portado”, que a veces te sorprende? Sí, de esos que son tan fieles a lo que dicen sus jefes, que, más que lealtad, parece la respuesta de un niño sumiso o, desafortunadamente, de un esclavo.



Ese comportamiento puede ser producto de lo que Martin Seligman, psicólogo estadounidense, acuñó como indefensión aprendida en la década de los 60, y que es cuando la persona doblega su voluntad ante la pérdida total de esperanza de controlar una situación que le genera daño, asumiendo pasivamente el rol de víctima.


Esta actitud paralizante, que condiciona al individuo a hacer lo que figuras de autoridad o impositivas digan, es adoptada muchas veces de forma inconsciente por personas que durante su infancia aprendieron a no defenderse, y a ser, hacer y tener solo lo que otros les permitían.


Al hablar de indefensión aprendida, debemos observar el proceso de enseñanza-aprendizaje; el cual, aunque se ha reforzado durante buena parte de la vida de la víctima, se gestó en los primeros años de esta.


Así, un niño que quiere complacer a sus padres, porque inconscientemente sabe que le conviene, pues ellos lo alimentan y cuidan, actuará conforme a lo que estos le indiquen, aunque no siempre sea lo mejor para él.


El niño (y después el adolescente y posteriormente el adulto) puede recibir un trato inadecuado, como regaños injustificados, descalificaciones, sobreprotección debilitante, manipulación o control; o, incluso, golpes, humillaciones, abuso físico y/o sexual, y aun así no dirá nada porque ha aprendido a quedarse callado, a no quejarse, a no defenderse.


En la adultez, una persona con indefensión aprendida oculta todo su potencial; en ocasiones, ni siquiera conoce sus talentos, no está acostumbrada a mostrarlos, los escondió desde hace tiempo.


Esto conlleva incluso a una baja productividad o a que sea una persona a quien se le contrata solo para puestos de poca responsabilidad o con tareas repetitivas, en las que no tiene que opinar o crear; de hecho, cuando se le demanda su iniciativa sufre, pues no sabe cómo mostrarla, cómo expresarse libremente, cómo hacer escuchar su voz.


Apoya a tus colaboradores. Si detectas que alguno de ellos integró en algún momento de su vida la indefensión aprendida y eso está afectando su desarrollo personal y laboral, recomiéndale recibir apoyo de un terapeuta. Así no sólo contribuirás a su bienestar, sino que evitarás posibles casos de acoso laboral o sexual dentro de la empresa.


Ese comportamiento puede cambiar. Lo que se aprendió en el pasado puede desaprenderse, y reaprenderse nuevas actitudes y estilos de vida sanos, basados en la recuperación y fortalecimiento de la autoestima, que propician el poder personal; así, notarás cómo el crecimiento en tus colaboradores impulsa el crecimiento en la organización.


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